Luc�a y Gabriel se conocieron una ma�ana de verano en la librer�a del barrio. �l hojeaba un libro de ciencia ficci�n cuando ella, sin querer, tropez� con una pila de revistas a su lado. Ambos se miraron y rieron, sintiendo una conexi�n inmediata. Gabriel la invit� a tomar un caf�, y durante horas compartieron sus sue�os, sus pasiones, y peque�os secretos. Desde ese d�a, no volvieron a separarse.
Los meses pasaron, y el amor entre ellos creci� como las flores en primavera. Gabriel era un so�ador; le encantaba imaginar un futuro lleno de viajes y aventuras junto a Luc�a. Ella, por su parte, ve�a en �l un refugio donde pod�a ser ella misma. Eran como dos piezas de un rompecabezas, encajando a la perfecci�n. Juntos planearon cada detalle de sus vidas: una casita junto al mar, tardes leyendo en el jard�n, y risas que resonar�an en cada rinc�n.
Un a�o despu�s, Gabriel le propuso matrimonio. La ceremonia fue sencilla, rodeada de amigos y familiares. Era el d�a perfecto, lleno de promesas de amor eterno. Sus vidas parec�an un sue�o hecho realidad, y ambos estaban seguros de que nada podr�a romper la felicidad que los envolv�a. Las miradas que compartieron aquel d�a hablaban de un amor que se sent�a inmortal.
Pero el destino ten�a otros planes. Un d�a, mientras volv�an de un paseo, Gabriel comenz� a sentirse mal. Despu�s de varias visitas al m�dico, recibieron la noticia m�s devastadora: �l padec�a una enfermedad rara y agresiva. Luc�a se aferr� a �l con todas sus fuerzas, cuid�ndolo en cada momento, creyendo que el amor podr�a vencer cualquier obst�culo. Pero, a medida que pasaban los meses, Gabriel comenz� a apagarse, y ella sent�a c�mo su mundo tambi�n se desmoronaba.
Los d�as de risas y sue�os se convirtieronen noches de l�grimas y silencio. Gabriel, con su �ltimo aliento, le pidi� a Luc�a que siguiera viviendo, que recordara cada instante feliz que compartieron. En sus �ltimos momentos, la mir� a los ojos, como lo hizo aquel primer d�a en la librer�a, y le susurr� un �ltimo "te amo". Ella, abraz�ndolo, le prometi� que jam�s lo olvidar�a.
Despu�s de su partida, Luc�a volvi� a la librer�a donde todo comenz�, sinti�ndose incompleta. Aquel lugar, que una vez fue el inicio de su felicidad, ahora era un refugio de recuerdos. Con una tristeza profunda en el coraz�n, cerr� los ojos y revivi� cada momento junto a �l, sabiendo que su amor, aunque breve, ser�a eterno en su memoria.
Autor:
Reynier Hidalgo Gonz�lez
Los meses pasaron, y el amor entre ellos creci� como las flores en primavera. Gabriel era un so�ador; le encantaba imaginar un futuro lleno de viajes y aventuras junto a Luc�a. Ella, por su parte, ve�a en �l un refugio donde pod�a ser ella misma. Eran como dos piezas de un rompecabezas, encajando a la perfecci�n. Juntos planearon cada detalle de sus vidas: una casita junto al mar, tardes leyendo en el jard�n, y risas que resonar�an en cada rinc�n.
Un a�o despu�s, Gabriel le propuso matrimonio. La ceremonia fue sencilla, rodeada de amigos y familiares. Era el d�a perfecto, lleno de promesas de amor eterno. Sus vidas parec�an un sue�o hecho realidad, y ambos estaban seguros de que nada podr�a romper la felicidad que los envolv�a. Las miradas que compartieron aquel d�a hablaban de un amor que se sent�a inmortal.
Pero el destino ten�a otros planes. Un d�a, mientras volv�an de un paseo, Gabriel comenz� a sentirse mal. Despu�s de varias visitas al m�dico, recibieron la noticia m�s devastadora: �l padec�a una enfermedad rara y agresiva. Luc�a se aferr� a �l con todas sus fuerzas, cuid�ndolo en cada momento, creyendo que el amor podr�a vencer cualquier obst�culo. Pero, a medida que pasaban los meses, Gabriel comenz� a apagarse, y ella sent�a c�mo su mundo tambi�n se desmoronaba.
Los d�as de risas y sue�os se convirtieronen noches de l�grimas y silencio. Gabriel, con su �ltimo aliento, le pidi� a Luc�a que siguiera viviendo, que recordara cada instante feliz que compartieron. En sus �ltimos momentos, la mir� a los ojos, como lo hizo aquel primer d�a en la librer�a, y le susurr� un �ltimo "te amo". Ella, abraz�ndolo, le prometi� que jam�s lo olvidar�a.
Despu�s de su partida, Luc�a volvi� a la librer�a donde todo comenz�, sinti�ndose incompleta. Aquel lugar, que una vez fue el inicio de su felicidad, ahora era un refugio de recuerdos. Con una tristeza profunda en el coraz�n, cerr� los ojos y revivi� cada momento junto a �l, sabiendo que su amor, aunque breve, ser�a eterno en su memoria.
Autor:
Reynier Hidalgo Gonz�lez